Estamos acostumbrados a utilizar
números para identificarnos. Nos asignan un número cuando entramos o pertenecemos a un grupo o asociación: número de socio. Cuando nos comunicamos con la sociedad civil
utilizamos nuestro número del Documento Nacional de Identidad (DNI). Es decir,
siempre utilizamos un número para acreditarnos.
Estos números de identificación
suelen tener pocos dígitos, menos mal porque cualquiera se acordaría de todos
ellos. Pero hay un número que nadie conoce y sin embargo, no solamente nos
identifica, sino que nos “define” de manera biunívoca en todo el universo y
posiblemente nunca se vuelva a repetir.
Este número universal que nos
identifica y nos define a cada uno de nosotros está escrito en una tira de 300
metros de longitud y contiene nada más y nada menos que 3.200 millones de
cifras. Este monstruoso guarismo se escribe utilizando sólo cuatro tipos de
dígitos: adenina, timina, citosina y
guanina, es decir, utiliza un sistema numérico de base 4.
La cinta donde se da soporte a portentosa
cantidad es un polímero conocido como ADN. Este número es nuestro y nadie más
en el universo lo tendrá, salvo que seamos hermano de un gemelo monocigótico o
seamos clonados en el futuro.
Contiene toda la información
necesaria par construir un ser vivo idéntico a nosotros mismos. Esta
información o número que todos poseemos sería comparable a los valores de
fábrica (hardware y sistema operativo) de cualquier smartphone. Hago esta
comparación porque todos sabemos que cuando reseteamos nuestro smartphone
perdemos nuestra historia, nuestros contactos,... en definitiva lo que somos.
Si nos clonamos utilizando nuestro número nos pasaría lo mismo.
Como no podemos perder este
número lo tenemos fotocopiado y almacenado en el núcleo de cada una de nuestras
células, es decir está fusilado 100 billones de veces, que es la cantidad de células
que forman nuestro "body". Tenemos más células que estrellas en
nuestra galaxia (100.000 millones de estrellas).
Si tenemos que copiar “nuestro
número” infinidad de veces es muy importante no equivocarnos y disponer de
sistema de copiado exento de errores y si los hubiese disponer de un corrector
o correctores para la ocasión.
Pues bien, después de todo este
preámbulo un poco largo, todo hay que decirlo, el premio Nobel de química 2015
ha sido concedido a los descubridores de los tres mecanismos de reparación que
utilizan las células de todos los seres vivos para mantener la integridad de
este número o de los valores de fábrica.
El sueco Tomas Lindahl (Reino
Unido, 1938), el estadounidense Paul Modrich (EEUU, 1946) y el turco Aziz
Sancar (EEUU, 1946) ya son miembros del club de los Nobel.
Estos tres mecanismos de
reparación de “nuestro número” universal y único logran corregir el 99% de los
errores producidos, dando lugar a una tasa de error estimada de una base o
cifra por cada diez mil millones de bases. Esto significa una mutación por cada
tres duplicaciones. El método no tiene por qué ser infalible ya que son
necesarios los errores para que exista evolución.
Por último decir que como siempre
este reconocimiento llega cuando los descubrimientos de los galardonados ya
aparecen en todos los libros de texto de Bioquímica y están ayudando a
descubrir nuevos tratamientos de enfermedades como el cáncer.
Hay una maravillosa serie de
televisión donde nos explican con imágenes el funcionamiento de la reparación
de nuestro monstruosa y mágica cifra que nos define.
Para saber más:
http://francis.naukas.com/2015/10/07/premio-nobel-de-quimica-2015-lindahl-modrich-y-sancar-por-los-mecanismos-de-reparacion-del-adn-danado/